Verano,
calor, en mi jardín acostada boca arriba
en la reposera con mi bikini a lunares amarillos, sol y aceite Johnson , y la
manguera meta desperdiciar agua.
Abro un solo
ojo y veo un hombre descendiendo por el alambrado que separa mi casa de la de
al lado. Abro entonces los dos, y a la misma vez pego un grito tan fuerte que
lo empuja al tipo hacia la casa vecina de nuevo.
Me trepo y
me asomo para entender que esta pasando en la casa que estaba en venta hace
meses, que ahora habitan vecinos tan sociables que se pasan a casa sin avisar.
Sogas con
ropas tendidas, varios niños corriendo y gente desconocida tomando mate, dos me
señalan a mi, uno de ellos el intruso que vi con un solo ojo. Le pregunto: que
onda? te pasas a mi casa flaco?, mi mirada era más que intimidante, pero se
cagó en eso y me dijo: “ Si y que?”.
Soy de armas
tomar, y me tengo mucha fe en situaciones de esta naturaleza.
Di vuelta a
la manzana dispuesta a tocar timbre para charlar con ellos y pedirles que no se
metan conmigo, pero el cíclope intruso estaba en la puerta, charlando a todo
celular con alguien a quien le decia: “nos estan jodiendo. Traé los papeles.”
Empiezo a
hablarle y me manda a la mierda.
Prefiero ir
a casa.
Sintiéndome
totalmente indefensa miro mi teléfono
pensando si el 911 era el número para emergencias en Bs As, o si de tanto mirar
series yanquies me estaba confundiendo y era el número de emergencias en el
estado de la Florida.
Marco 911,
me atienden de la policía y dicen que me mandan un móvil.
Vuelvo a salir,
veo varios vecinos en pie de guerra contra los ocupas, que eran
malísimos y muy mal arriados. Pero el intruso me tenía marcada y entre tanto
vecino mala onda, era a mí a quien miraba. A mí que soy tan buena.
Alguien
había llamado a la empresa de seguridad que “cuidaba “ la casa, “Total
securité” , que no es ni muy buena ni muy total, pero ahí estaban, dos tipitos acodados en el capot de un 147 beige,
con las puertas abiertas, con cara de
muy tranquilos y uniformados.
Al segundo
cae la policía.
El mas gordo
de los dos seguridad se me acerca y me dice:
-usted es la
que llamo a la cana?,
-si señor
fui yo,
-y para que
la llamó?
Le cuento
porque tomé esa desagradable decisión. Se me acerca aún más y con aliento a matecocido
me dice al oído:
-
para qué llamó señora?….para qué llamó?….esto lo
arreglamos nosotros en dos minutos.
Me dio más
miedo el gordo, que los 30 ocupas que ya estaban con palos atrás de la reja y
no bajaba ninguno de los 20 años.
Llega “el de
los papeles”.
El cana los lee y dice “es un contrato de
alquiler, así que no podemos sacar a nadie. Tiene que venir el dueño”. Se suben
al patrullero y así de desganados como llegaron así se fueron.
Los de Total
securité, nos evacuan a todos los vecinos, pero yo no hago caso y me quedo en
la esquina, no sea cosa que tenga que ir a socorrer a los ocupas que yo misma había
denunciado.
De que lado
estás? Me pregunté.
De contramano
y hechando humo llega un Mercedes Benz color dorado, modelo antiguo. Se bajan 4
gitanos enormes, con pelo largo, camisa negra,
cadenas y anillos de oro, y unas caras que me ubicaron enseguida de que
lado estaba yo. Del de ellos sin duda alguna.
Abrieron el
baúl, y sacaron armas, bates de beisbol, y algo así como herramientas pesadas.
Entraron sin ser invitados a pasar rompiendo la reja.
Desde de la
esquina escuchaba puteadas, golpes, gritos y de repente salía la gente como en
los dibujitos animados despedida volando
por los aires, y atrás de ellos su ropa, bolsos y alguna que otra zapatilla sin
par. A lo último las mujeres con los pibes, ambos intactos.
Los dos de
Total securité, con los brazos en jarra, observando. Yo estaba igual varios metros más atrás.
No quedo
nadie. Nada, ni nadie.
Los gitanos
cerraron la reja con una cadena. Se sacudieron las manos como sacándose el pólvo,
se subieron al mercedes y desaparecieron, sin un rasguño.
El gordo de
seguridad, gira, me mira, sube las cejas y me hace una cara de canchero con una
leve inclinación hacia el hombro.
Y me deja
sola, en la esquina, preguntándome: paraqué llame a la cana, paraqué?
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